Con los primeros destellos del amanecer el quinto día de enero, en la pintoresca localidad de Tlamamacan, los descendientes de los Nahuas se preparan con alegría para recibir a todos aquellos que se unirán a la procesión en honor a San Cristóbal.
Uniendo lazos, los habitantes de las comunidades de Mezcala y Tlamamacan se congregan para celebrar esta festividad.
Tras la misa católica en la iglesia local, que está siendo restaurada luego de un lamentable incendio causado por cohetes, la procesión comienza a orillas del río. Una lancha engalanada lleva a San Cristóbal mientras una banda de música de viento toca alegres melodías.
La travesía arranca en el río Mezcala, donde los pescadores se encuentran listos y llenos de fe para sumarse a la celebración, honrando a su santo patrono. Las familias comparten alimentos con los visitantes que se acercan, asegurando que nadie pase hambre durante la procesión.
Este ritual ancestral se lleva a cabo como muestra de gratitud por las bendiciones del año y como una petición para que el próximo año sea más propicio para la pesca, que es el sustento de muchas familias en la región. Aunque es una festividad relativamente joven, con menos de 12 años de antigüedad, surgió como respuesta a la disminución del pescado en la zona, impulsada por el sacerdote local.
Desde el inicio hasta la llegada a Mezcala, pescadores y familias son acompañados por las melodías de una banda de viento, resonando con sones tradicionales. Decenas de lanchas participan en este recorrido de varias horas, manteniendo una distancia segura entre sí para evitar incidentes.
Al arribar a Mezcala, una comunidad del municipio de Eduardo Neri, los participantes son recibidos con pescado frito, producto del arduo trabajo de los pescadores. Este trayecto marca el comienzo de otro capítulo lleno de tradición y celebración en Mezcala: la Feria del Oro.